lunes, 6 de mayo de 2019

Si Marx levantara la cabeza.

La revolución industrial, formó según las ideas de Marx, dos clases sociales -Capitalistas y Proletarios-,con intereses opuestos y separados por diferencias, tanto económicas como de derechos y libertades. Los primeros, los capitalistas, poseían los medios de producción -fábricas, maquinaria, edificios-, y el proletariado solo poseía su capacidad para trabajar a cambio de un salario mínimo que solo les permitía subsistir para poder seguir trabajando y aumentar la plusvalía generadas para sus empleadores.

También según su teoría, el hecho de crear grandes fábricas, hacía que los campesinos y habitantes de las áreas rurales, dejasen estas zonas despobladas para reunirse en las zonas industriales en busca de un empleo, generando una masa que se organizaría para reclamar primero sus derechos, y luego en la primera fase de la sociedad comunista, lo que él llamaba la dictadura del proletariado.
Así, la propiedad de los medios de producción pasaría a manos de las clases trabajadoras que serían las dueñas de aquello que con su esfuerzo producían.

Si tuviera que plantear sus teorías 150 años después, tendría que considerar algunos cambios en su descripción de la sociedad, algunos solo estéticos o relacionados con el paso del tiempo, y otros más profundos o complejos, pero muchos de sus planteamientos solo necesitan una adaptación ligera y muchas de sus reivindicaciones siguen tan vigentes como entonces.

Tendría seguramente, muchas dificultades para encontrar a los capitalistas, que dueños de multinacionales, esconden sus nombres tras entramados inescrutables de la llamada Ingeniería Financiera, y sus bienes a buen recaudo en los denominados Paraísos Fiscales, que los "Gobiernos Democráticos" protegen con sus leyes para fomentar la igualdad de derechos de todos los ciudadanos.

No le costaría demasiado, encontrar trabajadores con amplia formación, que encadenan contratos temporales durante años, eso sí, con salarios que además de subsistir, les permitan ir permanentemente conectados a través de su smartphone, por si fuera necesaria su presencia fuera del horario laboral ampliado.

Quizás, se quedase sorprendido de la nueva escala de valores, entre la multimillonaria paga del ídolo futbolístico y la limosna becaria del investigador contra el cáncer. Seguramente pensaría,en su bisoña ingenuidad, que eran dos nuevas clases sociales, y que, como se reúnen las masas en el campo de fútbol, acabarán organizándose para invertir los términos retributivos.

No se si entendería muy bien, porqué los nuevos esclavos que vienen de África, se pagan su propio viaje, en pateras de bajo presupuesto y poca estabilidad, para ser recibidos de este lado del estrecho con  más desdén que entusiasmo, y sin derecho siquiera a los empleos más precarios.

Y en cuanto a los revolucionarios  que acaben con el actual estado de cosas: ¿en quién podría estar pensando?
¿Tal vez en ese 30% de espectadores, que siguen la isla de los famosos perdidos, que, inexplicablemente, siempre acaban regresando?.


domingo, 28 de abril de 2019

¿Somos realmente libres?

La pregunta ¿es el ser humano realmente libre?" ha producido uno de los debates que más ha preocupado a los filósofos a lo largo de los años y que sigue atormentándolos a día de hoy. Todos los días tomamos decisiones puesto que creemos tener el control y la posibilidad de elegir, pero ¿realmente somos libres, o todas nuestras acciones están determinadas desde un principio? A partir de esta pregunta podemos plantearnos otras, como por ejemplo: ¿es algo realmente bueno ser libre? ¿tomamos decisiones en cada momento, o sólo seguimos nuestro patrón interno, creyendo ser libres?

Entendiendo libertad como la capacidad de decidir, podemos pensar que los humanos somos libres, ya que cada día tomamos múltiples decisiones: ¿debería hacerlo o no? ¿como esto o lo otro? ¿veo esta serie de televisión o la otra?.. Es más, como afirmaba Sartre, esta capacidad de decidir es lo que caracteriza a los humanos y lo que los diferencia del resto de los seres vivos. Sin embargo, que el ser humano sea libre, implica muchas responsabilidades, de las que carecería si no fuese libre. Esto se debe a que el ser humano (al ser libre) es responsable de sus actos, por lo que si, por ejemplo, roba algo o rompe algo, no puede utilizar ninguna excusa para defenderse.

Filósofos como Skinner negocian completamente la teoría anterior, ya que afirman que dándose las condiciones adecuadas se puede conseguir el comportamiento que uno quiera. Por tanto, cualquier persona puede conseguir variar el comportamiento de otra, incluso sin que esta última se de cuenta. Esto se puede observar en la publicidad, que hace que la gente compre cosas que no necesita. También se ha demostrado con experimentos, como aquel en el que convierten una escalera normal en un piano (de manera que cada vez que subían un peldaño sonaba una nota) para que la gente dejase de subir por la escalera mecánica y empezase a subir por esta. Y lo que ocurrió fue que el número de personas que usó la escalera normal aumentó considerablemente.

Sin embargo, estos argumentos no son completamente válidos, ya que incluso cuando se está intentando manipular a una persona para que haga algo, ésta tiene capacidad para razonar y decidir. Por ejemplo, en el caso de las escaleras, había personas que seguían subiendo por las escaleras mecánicas. Esto demuestra que las personas siguen teniendo la capacidad de decidir qué hacer y cómo variar su comportamiento. Si no quieren variar su comportamiento no es posible que lo hagan. Además, en ese experimento, lo más probable es que las personas utilizasen las escaleras con el piano por la novedad, por lo que probablemente en el momento en que se aburrieran volverían a su comportamiento anterior (decidirían volver a su comportamiento anterior). Es, por tanto, que los seres humanos sí son libres, ya que sí tienen la capacidad de decidir.

Otro punto de vista hacia esta pregunta sería el de Spinoza, que afirmaba que todo está determinado y que todo tiene una causa aunque nosotros la desconozcamos. Según esto todas nuestras acciones no dependen de nosotros, y no podemos hacer nada para cambiarlas. Por lo que si, por ejemplo, robásemos algo, no se nos debería castigar por ello, porque eso ya estaba determinado. Sin embargo, si esto fuese cierto, no deberíamos tener la capacidad de cambiar de idea, y entonces, ¿cómo se explicarían los momentos en los que vamos a hacer una cosa y nos arrepentimos antes de hacerla y por tanto no la realizamos? ¿cómo se explicaría, por ejemplo, el hecho de que una persona esté estudiando una carrera y decida cambiarse a otra diferente? si todo estuviese determinado esto no debería suceder.

Por lo tanto, los seres humanos somos libres, con todo lo que esto conlleva, y podemos ser castigados por nuestros actos, ya que nosotros tomamos la decisión de realizarlos. Por ello, la libertad no siempre es algo bueno, y no tiene por qué significar la felicidad. Esto puede llevarnos a plantearnos muchas preguntas sin respuesta, como por ejemplo: ¿es la libertad una de las mayores causas de tristeza? ¿habrá alguna forma de dejar de ser libre? ¿si somos libres, por qué no siempre hacemos lo que queremos? ¿estamos desaprovechando nuestra libertad?

¿A mayor memoria, más conocimiento y mejor vida?

A lo largo de los años, el ser humano ha buscado alcanzar el conocimiento universal, o al menos, acercarse a este cuanto fuera posible, en su afán por entender lo que sucedía a su alrededor, tratando de dar explicaciones razonadas y creíbles a los fenómenos o misterios que hasta ese momento no las tenían. Podríamos pensar que, de alguna manera, el alcanzar el conocimiento nos acercaba también a conseguir una mejor vida, y por tanto la persona que acumule en mayor medida saberes y formación ha de ser más feliz y tener una mejor vida, que quienes no han conseguido formarse adecuadamente.
Por otra parte, estos conocimientos no permanecen de forma indefinida en nuestra memoria, y además la capacidad de retenerlos no es igual para todas las personas. Por tanto, nuestro conocimiento no es algo que dependa solo de nuestro empeño o esfuerzo en elaborar y recibir información, sino que la capacidad de cada uno para seguir recordando con el paso del tiempo, los conocimientos adquiridos (Memoria),resulta también muy importante para valorar nuestro conocimiento en cada momento de nuestra vida.

Cabe por tanto preguntarse: ¿Es posible llevar una buena vida sin conocimiento?¿Vivimos una mejor vida cuando poseemos un mayor grado de conocimientos?¿A medida que olvidamos nuestro saber, perdemos una parte de nuestra vida mejor? Si tuviésemos la capacidad de no olvidar lo aprendido (memoria infinita), ¿habríamos perdido la mejora de vida conseguida?

Se puede definir conocimiento, como el resultado de la actividad de "conocer", cuyo objetivo es la aprehensión de un estado de las cosas, de tal forma que pueda ser compartida con los demás.
Poseer un mayor conocimiento, puede generalmente, ayudarnos a llevar una mejor vida, ya que nos ayuda a entender cuanto nos rodea, y nos hace más fácil afrontar los problemas que se nos vayan presentando. Sin embargo, como afirmaba Kant en Fundamentos de la Metafísica de las Costumbres  "encontramos que cuanto más se preocupa una razón cultivada del propósito de gozar de la vida y alcanzar la felicidad, tanto más se aleja de la verdadera satisfacción..." ya que "computando todas las ventajas que sacan,encuentran sin embargo, que se han echado encima, más penas y dolores que felicidad hayan podido ganar". Teniendo esto en cuenta, podemos también observar que cualquier persona con escasos conocimientos puede llevar una vida llena de felicidad, quizás basada en su ignorancia, pero que para su propia percepción, es tan válida como la supuesta felicidad de quien posee un grado de conocimiento mucho más elevado.

Tener una memoria prodigiosa,  tampoco parece ser de gran ayuda a la hora de conseguir una vida mejor, puesto que poder dejar atrás los episodios más tristes o desafortunados de nuestra existencia es poco menos que imprescindible, si queremos mantener nuestra capacidad de superarlos y afrontar nuevos retos.

Como conclusión, podríamos decir que el conocimiento puede ayudarnos a alcanzar grados de desarrollo personal que nos ayuden a alcanzar una vida más plena y feliz, entendiendo (una mejor vida) y valorando matices que se escapan a quienes no poseen esta formación. Sin embargo el conocimiento en si mismo, no es garantía de lograrlo, ni siquiera de una tener una vida equilibrada y debe ser complementado con otra serie de motivaciones y sensaciones que ese conocimiento nos ayudará a buscar y entender mejor. Debe ser por tanto un medio de ayuda, pero no un fin en si mismo.

En cuanto a la memoria, debe también ser entrenada y administrada para recordar aquello que nos ayude, y retenga la base del conocimiento adquirido, pero permitiéndonos dejar en el olvido las situaciones más dolorosas y los conocimientos más superfluos.

domingo, 31 de marzo de 2019

Kant: Una vida rutinaria para revolucionar el pensamiento.

En la evolución de cualquier disciplina, hay siempre alguna persona, que provoca un giro de 180º con todo lo que se venía dando por supuesto, y que obliga a replantear los conceptos que hasta entonces se consideraban inamovibles. En el caso de la Filosofía, este personaje es sin duda Immanuel Kant.

Hijo de padres humildes, este hombre cuya existencia es el mejor ejemplo de rutina como forma de vida -repetía uno y otro día las mismas acciones en la misma secuencia durante casi toda su vida adulta-, fue sin embargo un revolucionario en la manera de plantear la forma de alcanzar el conocimiento de lo que nos rodea.

Si hasta entonces debíamos entrenar nuestras capacidades para llegar a entender las cualidades intrínsecas de lo que nos rodea, Kant propone, que en realidad, esas capacidades solo existen en tanto que nosotros somos capaces de percibirlas. Dicho de otra forma, un objeto cualquiera, es de un color o tiene un tacto concreto, solo porque nuestros sentidos son capaces de captar esas características del objeto, y no porque el objeto en sí mismo tenga estas propiedades. 

El cambio de enfoque, representa una innovación revolucionaria. A partir de este fundamento, las cosas no son lo que son, son simplemente lo que podemos percibir de ellas, y la única manera de aumentar nuestro conocimiento sobre cuanto nos rodea, es tratar de percibir, utilizando las capacidades de las que disponemos, la mayor parte de la información posible, empleando para ello todos nuestros recursos, sin quedarnos con los primeros datos que percibimos.

Kant nos dice, que a partir de estos datos que llama elementos transcendentales del conocimiento, debemos realizar nuestro propio proceso de clasificación y ordenamiento para alcanzar un cierto conocimiento del objeto estudiado.

Si en el caso de los objetos, las características pueden ser más o menos similares para una parte de los observadores, cuando lo que tratamos de conocer son informaciones o ideas, la interpretación de lo que tratan exponer, dependen también, de la forma en que estas son presentadas, dicho de otra forma, de lo que podemos percibir a partir de los datos mostrados, y de la forma en que estos son argumentados, siendo mucho más difícil percibir la verdadera esencia de lo expuesto.

Exigen por tanto, una mayor atención y un alto grado de entrenamiento, para tratar de captar el máximo número de  elementos transcendentales, y también trabajar la capacidad de ordenamiento y procesado de los mismos.

En en actual estado de Fake news, informaciones manipuladas y noticias en forma de tuit, la innovadora forma de pensar de este filósofo, debería estar presente en nuestra forma de analizar la información que nos asalta a cada paso, quizás en una nueva versión 2.0.

lunes, 4 de marzo de 2019

El Primer Principio del Conocimiento Humano, en la Era Digital

   Según enuncia Hume en su Primer Principio "todas las ideas provienen mediata o inmediatamente de las correspondientes impresiones" y según sus mismas teorías, estas impresiones tienen su origen en los sentidos y en la forma en que estos son estimulados por el entorno.

  Cuando Hume escribió esto en el siglo XVIII, sin duda se refería a aquello que el individuo observaba en su entorno, los sonidos que escuchaba a su alrededor y a aquello que podía tocar directamente con sus manos.

   No podía imaginar que todos esos estímulos podían provenir de una pantalla virtual, de un equipo de sonido envolvente o de cualquier otro de los sofisticados sistemas que podemos encontrar actualmente en nuestro entorno, capaces de engañar a nuestro cerebro y hacerle creer, por ejemplo, que descendemos en una montaña rusa, mientras en realidad estamos sentados en un simulador.

   Si según este filósofo "las ideas son copias de las impresiones", deberíamos asegurarnos de que las impresiones sean reales y fiables.

     Imaginemos por ejemplo, que nunca hemos jugado al billar, y que en un juego de ordenador, al golpear las bolas con el taco, estas se dividen en dos mitades iguales, que a su vez golpean al resto de las bolas partiéndolas a la mitad. Para nuestro cerebro ese sería el comportamiento físico normal de los objetos que intervienen en el juego.

   Sin embargo, si un día nos hallásemos ante una mesa de billar real, tendríamos un conflicto entre lo que allí ocurre y lo que nuestro cerebro espera que ocurra como consecuencia de lo aprendido a través del juego con reglas ficticias.

   Debemos pues, asegurarnos en este tiempo, mucho más que en aquel siglo, de que nuestras percepciones proceden de estímulos no manipulados o simplemente falsos, y para eso hemos de ser capaces de dudar, como Hume aconsejaba, incluso de las primeras impresiones de nuestros sentidos.

    Hemos llegado a ser capaces de consultar en la red cual es la temperatura y el tiempo en nuestra calle, como si nos fiásemos más de de esas informaciones, que de nuestras propias sensaciones. Hume nos recomendaría que utilizáramos nuestros propios sentidos para evaluar algo tan sencillo, y obtuviéramos nuestras propias ideas.

   Si el ejemplo anterior es fácil de verificar, no lo es tanto contrastar cualquier otra información que pueda afectar a cosas que van desde nuestra salud hasta nuestras creencias u opiniones, y es necesario seguir hoy, igual que entonces, el proceso racional de la elaboración de las ideas, a partir de impresiones basadas en percepciones fiables.


domingo, 10 de febrero de 2019

Descartes en la red

En un mundo como el actual, dónde cada día recibimos miles de informaciones, imposibles de contrastar, a través de los medios, las redes... La duda de Descartes parece más necesaria que nunca.

Si ya en su época Descartes consideraba que debíamos dudar de todo lo que considerábamos conocido, si hubiera vivido en esta época hubiera necesitado ampliar su método para poder ver algo claro entre tanta información o mejor dicho desinformación.

Adaptado a las circunstancias del mundo actual, el método de este filósofo de hace cuatro siglos parece más necesario que nunca. Su célebre cita "pienso luego existo" (Cogito ergo sum) sería hoy bastante difícil de verificar entre tantos alias, nicks, avatares, etc., de cuya existencia, aunque parezcan pensar, habría que dudar como primera medida.

Descartes tuvo que esconder sus conocimientos por temor a no ser comprendido o incluso a que tomaran  represalias contra él, los poderes de la época (iglesia, nobleza...), solo por poner en duda las verdades nunca demostradas, pero consideradas incuestionables por ser la respuesta más fácil para quien no quisiera pensar (el sol gira en torno a la  tierra...). Cuatrocientos años más tarde, las verdades obvias e incuestionables son diferentes, pero es también más fácil creer las informaciones más absurdas,  pero con más likes, que  atreverse a cuestionarlas públicamente en la propia red social por temor a la avalancha de críticas y comentarios haters de los poseedores de la verdad, sin descartar algún que otro zaska de los herederos de la Inquisición.

Quizás a día de hoy, lo más práctico sería, bajarse la aplicación "Método Descartes 2.0" de alguna plataforma Android o IOS que piense por nosotros y cuestione las informaciones que entran en nuestro terminal, pero sería mejor, replantearnos nuestra relación con la información que recibimos a través de los distintos medios, utilizando nuestra capacidad de razonar, como Descartes recomendaba, y sin tener que regalar a ninguna aplicación, el derecho a mantener en privado, alguna parte de nuestras vidas.




lunes, 31 de diciembre de 2018

El tetrafármaco de Epicuro

¿Cómo logramos alcanzar el placer?


La respuesta a la cuestión de cual es la finalidad de la vida, ha ido tomando distintas respuestas a lo largo de la historia de la filosofía. Por ejemplo, Sócrates consideraba que los seres humanos vivían en torno a la búsqueda de la felicidad, los estoicos consideraban que para lograr esa felicidad las personas debíamos liberarnos de todos los lujos materiales y sin embargo, Epicuro aporta una respuesta distinta hasta esta pregunta. Para Epicuro, la finalidad de la vida es la búsqueda del placer. Pero: ¿Qué placer debemos buscar?¿Es realmente posible conseguir este placer?¿Qué debemos hacer para lograrlo?

Placer, en la filosofía de Epicuro, podría definirse como deseo, como aquella circunstancia en la que carecemos de dolor. Es por esto que la filosofía de los epicúreos se basaba en buscar la forma de evitar el dolor, y alcanzar por tanto el placer.

Además, este filósofo señala la diferencia entre dos placeres:  placeres a corto plazo y  placeres a largo plazo, y considera de gran importancia el evaluar las consecuencias de la obtención de estos placeres, a la hora de tomar decisiones. Esto, se debe a que, a veces, lograr un placer a corto plazo puede significar no conseguir un placer más intenso que se produciría a largo plazo. Es por esto, que Epicuro considera fundamental pensar en las consecuencias futuras de nuestros actos, mientras tratamos de alcanzar uno de nuestros placeres.

Sin embargo, en muchos casos, las personas no llegan a alcanzar estos placeres debido a cuatro miedos fundamentales:

- Miedo a los dioses
- Miedo a la muerte
- Miedo al dolor
- Miedo al fracaso en la búsqueda del placer (miedo al futuro)

Es por esto que este filósofo buscó una solución a estos cuatro miedos, con el fin de poder alcanzar así el placer. A este remedio lo denominó Tetrafármaco, y en el postulaba lo siguiente:

- No debemos temer a los dioses ya que estos son seres divinos, por lo que no se pueden dejarse llevar por la ira o por la cólera ya que éstos son aspecto propios de la naturaleza humana. Es más, los dioses deberían de ser un modelo de virtud y por tanto un modelo a imitar.

- El miedo a la muerte es un miedo irracional, porque como Epicuro era monista consideraba que: cuando la muerte está nosotros ya no existimos, y cuando nosotros estamos la muerte no existe. Es por ello, que la muerte es un aspecto que no nos concierne y por tanto no tiene sentido temerla.

- El miedo al dolor es un miedo infundado, ya que según el filósofo, todo dolor es en realidad fácilmente soportable, pues si se trata de un dolor intenso, su duración sera corta, mientras que si se trata de un dolor leve, a pesar de que pueda ser duradero, sabemos que será fácil de sobrellevar.

- Por último, Epicuro consideraba que el futuro no depende completamente de nosotros, si no que depende de agentes externos. Por lo tanto, no tiene sentido temer al futuro o al fracaso, ya que lo que ocurra en un futuro no nos concierne directamente, y por tanto no podríamos cambiarlo.

Quizás, en nuestra sociedad actual, el miedo que más ha perdurado de los cuatro formulados por Epicuro, sea el del fracaso en la consecución del placer. Integrando el hecho de la propia muerte, como una parte más de la vida, dejando los dioses solo para una una parte más fanática de la sociedad, y venciendo el dolor por los medicamentos analgésicos, esta sociedad parece asustarse solo, por el miedo a no ser un triunfador en la consecución de lo que se considera éxito social.

Esta última reflexión puede hacer, sin embargo, que nos planteemos nuevas preguntas, como por ejemplo: ¿habremos de verdad vencido los otros miedos?¿es el miedo al fracaso el más terrible de los cuatro?...