domingo, 31 de marzo de 2019

Kant: Una vida rutinaria para revolucionar el pensamiento.

En la evolución de cualquier disciplina, hay siempre alguna persona, que provoca un giro de 180º con todo lo que se venía dando por supuesto, y que obliga a replantear los conceptos que hasta entonces se consideraban inamovibles. En el caso de la Filosofía, este personaje es sin duda Immanuel Kant.

Hijo de padres humildes, este hombre cuya existencia es el mejor ejemplo de rutina como forma de vida -repetía uno y otro día las mismas acciones en la misma secuencia durante casi toda su vida adulta-, fue sin embargo un revolucionario en la manera de plantear la forma de alcanzar el conocimiento de lo que nos rodea.

Si hasta entonces debíamos entrenar nuestras capacidades para llegar a entender las cualidades intrínsecas de lo que nos rodea, Kant propone, que en realidad, esas capacidades solo existen en tanto que nosotros somos capaces de percibirlas. Dicho de otra forma, un objeto cualquiera, es de un color o tiene un tacto concreto, solo porque nuestros sentidos son capaces de captar esas características del objeto, y no porque el objeto en sí mismo tenga estas propiedades. 

El cambio de enfoque, representa una innovación revolucionaria. A partir de este fundamento, las cosas no son lo que son, son simplemente lo que podemos percibir de ellas, y la única manera de aumentar nuestro conocimiento sobre cuanto nos rodea, es tratar de percibir, utilizando las capacidades de las que disponemos, la mayor parte de la información posible, empleando para ello todos nuestros recursos, sin quedarnos con los primeros datos que percibimos.

Kant nos dice, que a partir de estos datos que llama elementos transcendentales del conocimiento, debemos realizar nuestro propio proceso de clasificación y ordenamiento para alcanzar un cierto conocimiento del objeto estudiado.

Si en el caso de los objetos, las características pueden ser más o menos similares para una parte de los observadores, cuando lo que tratamos de conocer son informaciones o ideas, la interpretación de lo que tratan exponer, dependen también, de la forma en que estas son presentadas, dicho de otra forma, de lo que podemos percibir a partir de los datos mostrados, y de la forma en que estos son argumentados, siendo mucho más difícil percibir la verdadera esencia de lo expuesto.

Exigen por tanto, una mayor atención y un alto grado de entrenamiento, para tratar de captar el máximo número de  elementos transcendentales, y también trabajar la capacidad de ordenamiento y procesado de los mismos.

En en actual estado de Fake news, informaciones manipuladas y noticias en forma de tuit, la innovadora forma de pensar de este filósofo, debería estar presente en nuestra forma de analizar la información que nos asalta a cada paso, quizás en una nueva versión 2.0.

lunes, 4 de marzo de 2019

El Primer Principio del Conocimiento Humano, en la Era Digital

   Según enuncia Hume en su Primer Principio "todas las ideas provienen mediata o inmediatamente de las correspondientes impresiones" y según sus mismas teorías, estas impresiones tienen su origen en los sentidos y en la forma en que estos son estimulados por el entorno.

  Cuando Hume escribió esto en el siglo XVIII, sin duda se refería a aquello que el individuo observaba en su entorno, los sonidos que escuchaba a su alrededor y a aquello que podía tocar directamente con sus manos.

   No podía imaginar que todos esos estímulos podían provenir de una pantalla virtual, de un equipo de sonido envolvente o de cualquier otro de los sofisticados sistemas que podemos encontrar actualmente en nuestro entorno, capaces de engañar a nuestro cerebro y hacerle creer, por ejemplo, que descendemos en una montaña rusa, mientras en realidad estamos sentados en un simulador.

   Si según este filósofo "las ideas son copias de las impresiones", deberíamos asegurarnos de que las impresiones sean reales y fiables.

     Imaginemos por ejemplo, que nunca hemos jugado al billar, y que en un juego de ordenador, al golpear las bolas con el taco, estas se dividen en dos mitades iguales, que a su vez golpean al resto de las bolas partiéndolas a la mitad. Para nuestro cerebro ese sería el comportamiento físico normal de los objetos que intervienen en el juego.

   Sin embargo, si un día nos hallásemos ante una mesa de billar real, tendríamos un conflicto entre lo que allí ocurre y lo que nuestro cerebro espera que ocurra como consecuencia de lo aprendido a través del juego con reglas ficticias.

   Debemos pues, asegurarnos en este tiempo, mucho más que en aquel siglo, de que nuestras percepciones proceden de estímulos no manipulados o simplemente falsos, y para eso hemos de ser capaces de dudar, como Hume aconsejaba, incluso de las primeras impresiones de nuestros sentidos.

    Hemos llegado a ser capaces de consultar en la red cual es la temperatura y el tiempo en nuestra calle, como si nos fiásemos más de de esas informaciones, que de nuestras propias sensaciones. Hume nos recomendaría que utilizáramos nuestros propios sentidos para evaluar algo tan sencillo, y obtuviéramos nuestras propias ideas.

   Si el ejemplo anterior es fácil de verificar, no lo es tanto contrastar cualquier otra información que pueda afectar a cosas que van desde nuestra salud hasta nuestras creencias u opiniones, y es necesario seguir hoy, igual que entonces, el proceso racional de la elaboración de las ideas, a partir de impresiones basadas en percepciones fiables.